El profesor está en la pizarra
hablando de un personaje célebre muy importante para nuestro país, cuando una
bola de papel cae en mi mesa. Un mensaje y puedo adivinar de quien es:
“¿Nos vemos esta tarde en mi casa princesa? mis padres irán al súper y
estaremos solos un par de horas. Te extraño.
Emilio”
En serio, el chico es guapo pero,
ya me aburrí de él. Me emocionaba la novedad de estar con él pero eso es
efímero. Siempre lo es. Es hora de terminar con el niño. Pobre. Estoy escribiéndole
mi respuesta, terminando su cuento de hadas cuando me arranchan el papelito.
Alzo la mirada y es el profesor quien está leyendo. Me mira de pies a cabeza,
lento, recorriendo con deleite mi sutil pero eficaz escote, la blusa entallada
y la minifalda negra de cuero, elevadísima sobre unos botines negros.
Mi madre,
en tono de broma, me dice que tengo aspecto de prostituta… Si supiera que no uso calzón…
-No te veo como si necesitaras de
esto para decir lo que piensas o sientes –el profe es nuevo aquí. Tiene menos
de una semana por lo que no me conoce. No puedo evitar sentirlo como un reto.
Me mira sin sorpresa cuando me levanto de mi lugar y me acerco a Emilio.
-La pasé muy bien contigo, ya nos
conocimos y me agradas mucho –el pobre Emilio se está poniendo rojo –pero no
soy una princesa. Lo siento –regreso a mi lugar sin dejar de mirar al profe que
no me esquiva la mirada.
Soy directa y voy de frente. La
gente me dice tosca y grosera. ¿Y qué si lo soy? El profe regresa a su pupitre
y sigue con la clase. Toca el timbre y todos salen corriendo.
-Espera Kory –volteo los ojos
como respuesta.
-Si profe –escucho que todos mis
compañeros salen del aula –Tengo que irme.
-Te he estado observando estos
días – ¿Qué quiere decir? - ¿Por qué peleas contra el mundo?
- ¿Por qué debo hacer lo que el
mundo quiere? –se ríe. ¿Se está burlando?
-Pareciera que buscas pelea.
-Solo quiero vivir en paz.
- ¿Y por eso tenías que
avergonzar al pobre de Emilio? El pobre muchacho te quiere mucho. Está embobado
por ti.
-Usted me orilló a ello profesor.
Emilio es solo un niño de mamá y lo que él quiere es pasear, flores, mimos, una
enamorada que le diga “sí, lo que tú digas”. No nací para tener un collar en el
cuello –el profe entreabrió los labios cuando dejé de hablar.
-Tal vez un collar en ese cuello
tuyo te quedaría muy bien –murmura levantándose de su asiento y acercándose a
mí por la espalda, su respiración roza mi cuello, calentándome la piel hasta
llegar a mi oreja –Imagínate, desnuda, con solo un collar en tu cuello, caminando
a cuatro patas –cierro los ojos y pego mis mejillas a sus labios.
¿Qué diablos me sucede? Si siento
el deseo por alguien voy por él, pero nunca he pensado en un profesor… nunca
hasta este momento.
-El concepto de “collar en el
cuello” es muy literal para Usted.
-Sé lo que necesitas –susurra más
roncamente en mi oreja, acariciándome el cartílago con sus labios. Me
estremezco como nunca. Ningún hombre ha logrado eso con un simple roce
–Necesitas a alguien que te enseñe lo que necesitas –Cuando iba a pedirle que
me explicara su acertijo, con una mano me empuja sobre la mesa, apretando mis
pechos sobre la madera sin darme oportunidad de levantarme.
- ¿Qué demonios hace…? –y un
golpe sin aviso de llegada me deja muda. Antes de reaccionar recibo otro. Mis
nalgas son atacadas con sus grandes manos y yo, yo…
- ¿Qué sucede? –No puede
preguntarme eso cuando ni yo misma lo sé. Un hombre me ha golpeado el culo y no
sé qué es ese hormigueo que siento. Salto sobre el pupitre ante la llegada de
otro golpe - ¿Quieres que me detenga? –detenerse… no puedo responder. Esto que no puedo explicar es algo que no he sentido en mi vida. Con cada nalgada que está estrellando sobre mi culo, es
un golpe que da a cada recoveco de mi cuerpo, de mi ser. Estalla en mi cabeza
dejándome en blanco, mi boca deja libre gemidos que se forman involuntariamente
en mi garganta, los pezones se me erizan más y más con cada golpe que recibo.
Miro la piel de mis brazos erizada y así siento todo el cuerpo. A cada golpe mi
vientre tiembla, resuena dentro de mí, se estremece y yo siento que me rompo en
pedacitos.
Ni masturbándome he llegado a
sentir tanto… tanto placer…
- ¿Puedes sentirlo verdad?
–Lo que sucede dentro de mí...
¿Qué me pasa?
-Tal vez deseas un collar en tu
cuello y no lo sabes… -susurra ronco a mi oído mientras masajea mis nalga y
llega hasta mi coño –Lo sabía –dice mostrándome sus dedos brillantes por mis
líquidos –Eres una perra que desea, no, que le urge un collar –esas palabras…
¡No! ¡Me niego!
Forcejeo para liberarme, pero
solo un poco pues Él me suelta inmediatamente, se aleja de mí y se sienta en su
escritorio. Me acomodo la minifalda, que ya la tenía de cinturón y trato de calmar
mi respiración, pero su mirada, me hace tiritar pero no de miedo sino de…
excitación…
-Piensa en lo que acaba de
suceder y si deseas lo hablamos –el raciocinio despertaba en mí.
- ¿Y si en lugar de analizarlo,
voy y lo denuncio? –Él me sonríe divertido.
-No te veo como chismosa -¿acaso
me está retando? –y si piensas que te estoy retando pues no, no lo hago –Él
está muy seguro que no hablaré y yo estoy segura de… de… ¡Diablos! Salgo
corriendo del salón.
¿Qué me pasa? ¿Por qué dudo en denunciarlo?
Entro al baño de mujeres y me
miro al espejo. Estoy sudando, tengo el delineador corrido y la blusa arrugada. En
estos momentos debo darle toda la razón a mi madre, me veo puta y me siento más
puta todavía al sentir hormiguear mis pezones, mi vientre contraerse, ese
cosquilleo en el clítoris y el abrir y cerrar de mi vagina, anhelante de ser
llenada en estos momentos. Me meto a un cubículo, mis cosas van directamente al
piso. Me siento rápidamente en la taza y casi me vengo en un gemido de dolor.
El culo me duele, me duele muy rico. No soy de permitir que los chicos a los
que he usado me nalgueen pero el profe… Él fue diferente.
Mi mano encuentra mi clítoris,
hinchadito y mojadito, tiembla rogando por atención. Mis dedos lo atrapan y lo
baten, sin sutilezas, lo machacan en círculo, aprieto el culo contra la taza para
sentir los músculos excitantemente maltratados y mi mente recrea lo que sucedió
en el salón de clases. No me había excitado así antes, no había sentido ese
resplandor en el cerebro, nadie me había hecho mojarme así usando el dolor,
muchos menos que un recuerdo me esté haciendo gritar como loca desatada en el
baño. ¿Acusar al profe? No podría, me ha dado uno de los momentos más
excitantes de mi vida.
Me vengo, solo me falta aullar.
Soy una perra desatada... ¡No lo puedo creer!
Salgo del cubículo y me arreglo
la ropa, retoco mi maquillaje y salgo al pasillo, como si nada hubiera pasado
desde que terminaron mis clases, como si no hubiera temblado mal hace unos
minutos, como si no hubiera gozado a merced de mi profesor. Todo bien, pero no
deseo un collar en mi garganta. No nací para eso. Nací para ser libre.
He evitado cruzarme
con el profesor días después. De manera extraoficial, pues no lo aceptaré así me torturen,
cuando lo veo desde lejos me pongo a temblar y rápidamente mi cabeza trae al
presente ese día. Mis rodillas tiemblan y mis nalgas anhelan sus manos.
¡NO!
¡No puede ser!
Saco esos pensamientos de mi cabeza y me voy a la biblioteca.
Saco unos libros de los estantes para hacer las tareas pero de un momento a
otro los siento pesados y caen al piso. Mi cuello es apresado sorpresivamente y
un líquido es lanzado a mi cara. Pataleo pero me siento pesada, floja, casi sin
fuerzas pero muy consiente de todo a mi alrededor. Ladeo mi rostro y mi
atacante usa una máscara de gas negra, que se hace grande y pequeña mientras
más trato de enfocarlo. De pronto estoy boca abajo, colgada como un costal de
papas sobre el hombro de mi atacante.
¿Me va a secuestrar? Esta semana
ha sido una de locos.
La iluminación se vuelve más
oscura, ¿me sacó de la biblioteca? El espacio me parece cerrado. Soy
puesta en
una superficie lisa. Miro el techo entre marrón y dorado que me parece
familiar. Mis manos son atadas en forma de cruz contra mi pecho, en un
cruce de cuerdas gruesas que forman figuras geométricas y terminan unidas a la
mesa. Está pasándome el aturdimiento.
La falda tableada negra la tengo
subida, no correo mucho viento, el ambiente es cálido. Veo mi pierna derecha
siendo estirada, a más no poder, y atada del tobillo a la esquina de la mesa. Mi
otra pierna es atada igual. Estoy amarrada y de piernas abiertas, expuesta y
vulnerable. Mi atacante se sube a la mesa y se lame los labios cuando mira mi
coño abierto, cuando recorre mis piernas, las cuerdas que me tienen sujetas, mi
rostro, mis ojos pero, pensativo, se queda mirando su obra completa por un
momento antes de suspirar.
-Ya sé que es lo que falta –y de
su bolsillo saca algo negro con destellos plateados, lo coloca en mi cuello,
del cual, prende una cadena que sujeta desde su posición. Lo miro sorprendida.
Se saca la máscara de gas para poder ver su sonrisa ladina ante mi sorpresa.
-No puedo creerlo…
-El que no puede creerlo soy yo
–me dice burlón –te has escondido de mí todos estos días. ¿Miedo?
- ¿A ti?
-A lo que sentiste ese día y no
te atreves a aceptar –Veo que se quita la correa, ¿me golpeará el culo con
ella? No puedo evitar estremecerme ante ese pensamiento. La emoción crece en
lugar de la preocupación. Se baja el cierre del pantalón y saca su verga erecta
de punta brillante.
Debo estar loca, se me está
haciendo agua por tenerlo en alguno de mis orificios.
-Te queda muy bien ese collar y
sujeta a mi cadena, perra –y me lo mete todo de golpe. Me abre despiadado y un quejido
sale de mí. Despierto completamente de mi aturdimiento inicial para subirme al
tren de la adrenalina con cada empuje que da en mi interior. Sus manos se
sujetan fuertes de mis piernas. Tendré marcas violáceas de sus dedos como
quedaron cual sellos rojos sobre mi culo.
Empiezo a gemir más alto, más
rápido, estoy pidiéndole que me dé más. ¡Voy a tener un orgasmo mortal! Cuando
la puerta es tocada con insistencia.
-Profesor, está haciendo ruido
–grita la renegona de la bibliotecaria. Tiene 32 años pero el alma de una de mil años -Él sale de mi vagina y se acomoda en mi ano.
-Señorita Dana, pedí permiso
para usar esta habitación de estudio y a esta hora pues necesito ver un film de
historia y, como no me deja llevarme los dvd, pues debo verlos aquí.
-Pero podría bajarle volumen,
¿no? –masculla. Oigo que se aleja
-Lo intentaré –responde
acomodándose y empuja fuerte.
¡GRITO! ¡GRITO! ¡GRITO!
Es un
grito desgarrador, es un dolor desgarrador. Es un placer desgarrador lo que sientes en esa invasión, con esa fuerza, con esa fiereza y sin pedir permiso. Si
alguien no llama a la policía por los gritos es porque es un sádico al que le
gusta oír mis gritos, como por ejemplo, Él.
-Si… -dice arrastrando la vocal
–Kory que apretadito lo tienes. Te ves hermosa llorando. ¿Es de dolor?
- No… digo sí
-Me encanta tu confusión y seré
yo quien te ayude a abrir los ojos.
-Si, solo tú, solo tú –lo que me
ha hecho, todo, es como si supiera lo que necesito, lo que deseo incluso antes
de yo saberlo.
Sus embestidas son más rápidas,
más profundas y mis gemidos más audibles. Me desconozco pero estoy disfrutando
mucho de esto, de lo que Él está haciéndome. Jala la cadena con fuerza hacia
abajo, haciendo que choque y frote mi clítoris. Estoy excitada y me escucho
lloriquear.
¡Me vengo! ¡Me vengo!... Él se
viene primero y al oírlo, al sentirlo temblar dentro de mí, activa algo
en mí
que me hizo correrme con fuerza. Siento el culo húmedo.
El profe sale de mí y despacio
empieza a desatarme, colocando mis piernas muy adoloridas sobre la mesa. Cuando
me desata completamente hace que me ponga de pie y me abraza. Es la primera vez
que siento esta calidez y emoción cuando soy abrazada por un hombre.
¿Qué es lo
que tiene este hombre?
-Ve al baño, límpiate y nos vemos
en clase mañana –dice con el tono del profesor de mi curso –ya viste que no
tienes por qué tenerme miedo –sonrío. Miedo le tengo de lo que pueda descubrir
con Él, pero es más las ansias de descubrir eso con Él. Le doy un beso en la
mejilla y tomo mis cosas para salir.
-Esto es tuyo –le digo al
percatarme que aún tenía el collar en el cuello. Solo le quitó la cadena.
-No, es tuyo –me dice sonriendo
burlón en mi cara y posterior carcajada. Le doy las gracias y me voy de la
biblioteca con el collar puesto. Con una sonrisa en mi rostro camino por el
campus recordado todo el momento hasta que el celular interrumpe mis
pensamientos.
- ¿Si mamá?
- ¿Dónde andas hasta esta hora? A
estas horas solo andan las putas –me dice bromista. Me río y le digo sin
pensarlo.
-Si mamá, es que soy una puta…
Yukari Taslim